Me vestí en silencio, lo extrañaba y eso que lo había visto hacía unos días, pero la distancia entre los dos, siempre me afectaba aunque trataba de ocultarselo lo mejor que podía a Aragorn. Toqué el pendiente que me había regalado, una copia exacta al que yo le había regalado hace años atrás.
De alguna forma, el sabría que iría al valle de Imladris, siempre iba a ese lugar, era nuestro nido, en donde podíamos estar juntos, sin ninguna preocupación que nos afectara.
Caminé por Rivendel a paso lento, muy temprano en la mañana, todo estaba hermoso, y mi rostro estaba en paz. Al llegar al valle me senté bajo un árbol a esperarlo.